domingo, diciembre 19, 2004

17 de diciembre de 2004. III Festival de cuentos de Rivas Vaciamadrid

Es curioso como, a pesar de ponernos sólo de acuerdo en la marca de cerveza favorita (y no siempre), nos llevemos tan bien Los Pandilleros.
Esto viene a cuento de la actuación del día 17. El que esto escribe (batería) disfrutó plenamente de la actuación y salió muy contento del sonido y de las interpretaciones y, sin embargo, al preguntar al resto de compañeros las respuestas fueron variopintas llegando del "sí, ha estado muy bien" al "desastroso, no sé dónde vamos a llegar". Si estuviste allí deja tu propia opinión en los comentarios del final de la nota y así tendremos una idea más global aunque supongo que será favorable porque al público le gustó mucho. Y eso que no abundaba. No sé si achacarlo a la falta de difusión, al poco poder de convocatoria que tienen los actos en este municipio o algún otro tipo de causa que se escapa a mi conocimiento. Por allí se acercaron los componentes de la Asociación Cultural Jacaranda, co-organizadora del evento, algunos amigos y otros despistados que pasaban por allí, se quedaron y gozaron de lo lindo con el espectáculo.
Nuestros más y nuestros menos tuvimos hasta conseguir un sonido bonito tanto dentro como fuera del escenario. El pianista, dejando en la cama a los cuarenta grados de fiebre que le habían acompañado durante los últimos días, llegó a la prueba con el tiempo justo pero se defendió como un jabato con su enfermedad para ofrecer todo de sí mismo con las teclas. Y es que, por si no tuviera poco con sus virus y las inyecciones, al pobre le encargamos buscar por todo el barrio de las Delicias MiniDisc vírgenes para grabar el concierto porque en Rivas no parecen conocer este formato. Tampoco muy popular en la capital del reino porque los vendedores especializados le vendieron CDs pequeños plenamente convencidos de que eso eran MiniDisc. Aún así, gracias a la colaboración de última hora del técnico pudimos conseguir un soporte para grabar la actuación. De este modo podremos escuchar en casa lo que hicimos sobre el escenario y crearnos una opinión más objetiva de lo que sucedió ahí arriba.
Al terminar nos obsequiaron un recuerdo del Festival
Contamos un par de cuentos muy bellos aunque con cierto toque dramático por eso había que rematar la sesión con nuestro clásico Stizzy que, como de costumbre, despertó las sonrisas de los asistentes. Especialmente despiertos desde que Ray Guadalupe disparó los seis tiros de su cargador contra la puta que había matado al loro...
Los bares nos esperaban por eso, al finalizar, marchamos a remojar el éxito porque, al fin y al cabo, un éxito es que el público, destinatario de nuestras historias y canciones, goce con ellas.

domingo, octubre 10, 2004

8 de octubre de 2004. Centro Cultural. Rivas Vaciamadrid (Madrid)

Al fin y al cabo, no podemos ocultar que somos unos cuentistas, por eso no es extraño que nos invitaran a participar en los Viernes de Cuento que la Asociación de Cuentacuentos Jacaranda celebra la primeras semana de cada mes.
Jugábamos en casa y, aunque eso pudiera parecer una ventaja, a nosotros nos daba más nervios que tranquilidad porque pensábamos que la mayoría del público serían amigos que nos juzgarían con mayor rigor que los espectadores ajenos. Sin embargo nos equivocamos, ni la sala estaba llena sólo de conocidos ni el veredicto fue severo a pesar de que quizá lo mereciéramos...
Este concierto resultaba también importante para nosotros porque aquí estrenaríamos el flamante juego de voces que la sección de vientos se había comprado días antes. Si el equipo sonaba bien, seríamos totalmente autónomos y podríamos ir a tocar a cualquier lugar aunque careciesen de infraestructura técnica, de ahí las ganas de probarlo.
El espectáculo se dividía en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, los componentes de Jacaranda y anfitriones de la velada interpetaron sus cuentos mientras que nosotros tocábamos una canción después de cada historia. En la segunda representamos nuestro montaje Menéndez.
No habíamos ensayado ni siquiera preparado la manera en que mezclaríamos nuestra música con los cuentos de Jacaranda; ni siquiera conocíamos el contenido de estos, de ahí que en esa primera parte nos mostrásemos algo fríos y cometiésemos algunos fallos en las interpretaciones. Sin embargo, cuando comenzamos nuestra historia la cosa cambió. César, saxo y narrador de La Panda se mostró especialmente brillante. Si creíamos que le resultaría difícil superar la narración del día anterior, en este escenario rodeado de cuentacuentos demostró que su capacidad expresiva no tiene límites. Que se metiera al público en el bolsillo no supone una novedad pero que volviera a conquistarnos a los músicos, que ya nos conocemos la historia, supone un auténtico mérito. A veces los aplausos interrumpían la historia y cargaban de energía a la banda para las interpretaciones musicales que se fueron superando en calided con cada tema.

Al finalizar, como el público estaba entusiasmado, César se sacó una historia del bolsillo y nos regaló a todos un precioso cuento cargado de fantasía. Su intención era ilustrar la recogida de los instrumentos como esa música que suena al finalizar una película mientras pasan los créditos pero tanto nos cautivó que permanecimos inmóviles esperando escuchar el final.
Después, como siempre, recoger a toda velocidad pero esta vez con un pequeño impedimento. Un entusiasmado fan de avanzada edad se empeñó en contratarnos para interpretar un repertorio de bailables por pueblos del levante español. Como le dijeramos que no hacíamos bailables, que nuestro espectáculo se componía de jazz y cuentos, él insistía que había bailado durante nuestra actuación, que le había encantado y que podríamos preparar un repertorio de jazz bailable para gente de la tercera edad. Si el bajista desenchufaba el cable, el anciano le seguía; si el guitarra guardaba una púa, el anciano le seguía; mientras el saxofonista limpiaba su instrumento, el anciano le seguía. Como el batería es siempre el que más tarda en recoger, los demás músicos se marcharon dejando al de las baquetas solo ante el peligro con lo que el tiempo de recogida se multiplicó por cuatro. Hasta se ofreció a cargar los tambores en el coche mientras seguía preguntando cuál sería su porcentaje de comisión por gestionar las actuaciones en Levante.
No sé cómo pero marchó y pudimos ir a remojar el éxito con cerveza.

jueves, septiembre 30, 2004

29 de septiembre de 2004. Sala Artépolis. Madrid.

Habitualmente llegamos a la sala con el tiempo necesario para montar el tinglado con calma, probar sonido, tomar algo antes de la actuación y comenzar a tocar. Ayer empezó así pero, cuando estaba todo casi montado y preparado para la prueba, el batería (y autor de esta nota) se da cuenta que la bolsa para las baquetas ha quedado en casa, a unos veinte kilómetros del lugar de la actuación cuando apenas falta una hora para el estreno. Pude ver en la cara del guitarrista algo de pánico pero el narrador respiraba tranquilo "Sabía que lo solucionarías", me confesó después.
El cronómetro en contra comenzó a correr. Lo primero, un par de llamadas telefónicas para intentar recuperar la bolsa original pero teniendo en cuenta el tráfico de Madrid no podía arriesgarme a que llegaran a tiempo. Salí disparado de la sala y comencé un maratón urbano con parada en todas las estaciones musicales conocidas; las horas no se prestaban a encontrar tiendas abiertas por lo que encontré todas las verjas cerradas. Cada vez me alejaba más del lugar del concierto pero tenía que seguir intentándolo. Si algún residente en Madrid vio pasar anoche por el centro una bala roja, ese era yo en busca de unas baquetas. Gracias a unos clientes pesados pude colarme por la puerta a medio cerrar de la Unión Musical y hacerme con unas baquetas ("de esa marca no tenemos... no, tampoco de esa medida... no, con esa punta no nos quedan...") y con unas escobillas para salir del paso. Respiré tranquilo, tomé aliento y volví a la carrera a la sala donde me esperaban todos mis compañeros ya vestidos y preparados para la actuación. A los diez minutos llegó mi bolsa con las baquetas y comenzó el concierto.
Aunque no lleno, el local presentaba un muy buen ambiente y el público parecía dispuesto a disfrutar. Con cada narración quedaban en total silencio atentos a las palabras de César, que anoche se mostró especialmente inspirado. Quizá gracias a esta buena acogida de los espectadores.
Decidimos repetir la fórmula del miércoles anterior, es decir, pequeñas historias que sirvieran de aperitivo para la narración de las aventuras de Menéndez. Con estos cuentos, César consiguió emocionar al público. La música, siempre presente, aportaba el contrapunto necesario para los relatos.
Y comenzó Menéndez. El público permanecía espectante, disfrutando de las piezas musicales pero, en cierto modo, con ganas de que terminasen para seguir el desarrollo de la historia. Desde lo alto del escenario resulta curioso comprobar cómo cobran vida los cuentos y, desde el momento en que salen al aire se comportan de un modo u otro. Aunque esta misma historia la estrenamos en la misma sala dos meses antes, la fantástica acogida que recibió ayer permitió a César alcanzar una expresividad que nos sorprendió incluso al resto de músicos, que disfrutamos tanto como los que nos escucharon.
Nos han contado que una pareja llegó al local sin saber que actuábamos. Se pidieron unas cervezas y se les escuchó esta conversación:

Ella - Pero estos son muy buenos ¿no?
El - Sí. Suenan muy bien
Ella - ¿Quienes son?
El - Creo que se llaman la Panda de Ray.

jueves, septiembre 23, 2004

22 de septiembre de 2004. Sala Artépolis. Madrid.

Después de duras negociaciones y unas cuantas cervezas frente a la barra de la sala, el pianista consiguió cambiar el escenario previsto para nuestra representación y, en vez de tocar sobre las tablas del cine, acabamos sobre el Café-Teatro de Artépolis. Parece que no pero el público desprende más calor cuando tiene una copa delante y, en un momento dado, pueden acercar otra a los músicos. Lo malo de este espacio es precisamente eso, el espacio. La escena es tan pequeña que tuvimos que repartirnos los escasos metros de la tarima y a las cuerdas les tocó suelo.
Sin embargo, a pesar de esta extraña distribución, nos escuchábamos más o menos bien y logramos que los asistentes también lo hicieran y disfrutaran tanto como nosotros. Otra ventaja de este hueco es que allí no sólo acude quien va a ver a La Panda de Ray, sino que cualquiera que baja a tomar un trago te ve y, de paso, se queda. Sí, porque desde la tarima pude comprobar como todos los que bajaban despistados sin saber lo que se iban a encontrar decidían quedarse y disfrutar con el espectáculo de La Panda.
En esta ocasión decidimos probar una nueva fórmula consistente en alternar una gran historia como es nuestro clásico Stizzy con historias más pequeñas adornadas con nuevas canciones. De esta manera ofrecimos un aperitivo antes del plato fuerte y el público pudo quedar satisfecho, sin hambre ni empacho aunque durante las cervecitas de después, algún(a) que otro(a) desconocido(a) hasta entonces me comentó que le había sabido a muy poco y que no le hubieran importado unas cuantas historias más.
Tendrá que esperar al próximo miércoles porque volveremos el día 29 con nuevas aventuras. Así, si no tuviste ocasión de acercarte este día, tienes una nueva oportunidad. Te esperamos.

lunes, agosto 30, 2004

Repetimos

La Panda de Ray no para. Tras el clamoroso éxito obtenido en su debut madrileño, los responsables de la Sala Artépolis han decidido llamarnos de nuevo.

Serán los miércoles 22 y 29 de septiembre. A partir de las 9:30 de la noche.

Esta vez no faltes.

jueves, julio 29, 2004

28 de julio de 2004. Sala Artépolis. Madrid.

Hay veces que no sé cómo valorar los conciertos. ¿Por la asistencia de público? ¿por su respuesta? ¿por nuestras habilidades sobre las tablas? Quizá poniendo puntos a cada apartado y obteniendo luego la media...
El caso es que, cuatro días después de nuestro debut en taquilla, repetimos escenario. Como ya conocíamos las medidas de los rincones, el calor de los focos y la reverberación de la sala habían desaparecido casi todos los nervios del primer día. Tampoco esperábamos mucho espectadores así que nos lo tomamos como un ensayo público. Gracias a ese talante y al repaso de los problemas del día anterior sonamos bien.
Momentos de plena concentración
Efectivamente había poca gente al principio aunque también es cierto que con cuentagotas la sala se fue llenando hacia el final de la actuación. Sabemos que gustó aunque echamos de menos las risas y complicidad de otras representaciones. Claro que, tampoco es de extrañar teniendo en cuenta el calor sofocante de la sala, que no disminuía ni con los abanicos que regalamos a la entrada, ni con el moscatel que ofrecimos en el entreacto por el alma de D. Jacinto Menéndez.
Lloramos la ¿muerte? del Padre de Menéndez
En definitiva el balance fue positivo, más aún si tenemos en cuenta que los programadores de la sala ya nos están buscando hueco para septiembre. Así que, si no pudiste vernos en verano, atento al otoño, te esperamos con nuevas aventuras.

domingo, julio 25, 2004

24 de julio de 2004. Sala Artépolis. Madrid.

Hay varias maneras de observar un escenario. Desde arriba o desde abajo. Vacío o lleno.
La primera vez que vimos el teatro de Artépolis desde abajo y sin público, nos gustó mucho y pensamos que resultaba ideal para nuestro espectáculo.
Cuando llegamos a las tablas, empezamos a montar la batería y el teclado y comprobamos que apenas quedaba hueco para el resto de músicos, arrugamos un poco el ceño. En el momento que subimos todos, vestidos de riguroso luto (como exige el guión de nuestro último montaje), con el calor de los focos y el único refresco de un ventilador colocado en un extremo, empezamos a ponerle peros al lugar. Las gotas de sudor corriendo desde la frente hasta las manos no son el mejor cómplice para la interpretación.
Tampoco los nervios. Nuestro debut cobrando entrada, en una sala, nueva en Madrid, pero que se está ganando un merecido prestigio gracias a sus exposiciones de calidad y a una programación más que interesante potenciaban esa inquietud. Además, presentábamos el nuevo montaje, Menéndez, con temas que no habíamos ensayado tanto como hubiera sido deseable. Por si fuera poco, el bajista se había cortado esa misma mañana la yema de un dedo imprescindible para trastear por su instrumento.
Para superar todos esos inconvenientes decidimos dar el golpe y sorprender al público. Y lo logramos. No daré detalles porque aún queda otra representación en la misma sala (en la que te espero si no estuviste el sábado) pero creo que nadie imaginaba lo que recibió. Así nos lo hicieron ver con sus comentarios, muestras de gratitud, aplausos, incluso petición de bises, algo que ni sospechábamos, pues suponíamos que después de aguantar el tremendo calor de la sala durante más de hora y media de actuación, la gente tendría ganas de largarse de allí cuanto antes a tomar una cerveza fresca. Pero no. Dimos la nota final y nadie se movió de sus asientos.
No nos podéis dejar así,  no os podéis marchar ahora, queremos más. Así que César regaló otra historia y los músicos ofrecimos la última melodía de la noche, empapados en sudor, pero con la alegría de haber satisfecho a nuestro público.

lunes, julio 19, 2004

Anuncio de Menéndez

¿vendrás.




viernes, abril 30, 2004

13 de mayo de 2004. Librería De Viaje. Madrid.

Aprovechando la presentación del libro "El Tigre de Agua" de Luis Bruzón, La Panda de Ray se presentó en Madrid. Nervios iniciales por las precarias condiciones acústicas de la sala y porque entre el público no predominaban las caras amigas. Nervios que desaparecieron con los primeros acordes.
El gerente de De Viaje nos felicitó, dijo que había pasado un rato estupendo y que no habían tenido hasta ahora un evento como ese.
¡¡¡¡A la gente le gustó!!!! Parece increíble pero es así. Durante el vino ofrecido a continuación se oyeron cosas como estas: "me encantó el blues"; "el relato es agradable y se desea que acabe la música para que César siga narrando"; "las baladas sonaron muy bien pero los temas rápidos empastadísimos, incluso molestos al oído" (suponemos que no se referían a la calidad de los músicos sino al local).
Nadie se percató de las salidas de tono, que alguna hubo, y el despiste del pianista en "Polkadots" pensaron que era una improvisación.
(¡¡¡Gente así nos interesa como público asiduo!!!).
Una amiga dijo que la presencia de César narrando es muy agradable por la fantástica manera de expresarse pero que, cuando toca, con esa pose medio agachada, con las venas de cuello hinchadas... parece encontrarse en uno de los últimos estertores. También llamó mucho la atención del público que el clarinetista, en ciertos temas, se fuera hacia la pared de la izquierda a ver las fotos... ja, ja, ja.
Entre el público asistente se encontraba, de incógnito hasta el final, Pedro Calvo, autor del relato que representamos. A pesar de ser crítico de jazz, aseguró que le encantó el espectáculo.
Bueno, resumiendo, que la gente se lo pasó bien.

Gracias a José María Gil por hacernos (y mandarnos) estas fotos:

Nos salieron los colores tocando.

¡Cuánta elegancia!

martes, abril 27, 2004

13 de marzo de 2004. Rivas Vaciamadrid. (Madrid)

Bueno, sí, siempre tocamos en Rivas ¿y qué? al fin y al cabo, vivimos allí. Si nos invitas a tocar en otro lugar, pues allá que vamos, qué tampoco vamos a andar con remilgos para mover al loro. Y, hablando de loro, por fin este día nos decidimos a sacarle de la jaula. Con razón, porque era el primer día que nos presentábamos con el nombre (esperemos que definitivo) de La Panda de Ray.
Este día tocamos junto a Jazz Lemon y Saudade. Pero... ¿quién cerró la fiesta? Nosotros, por supuesto ¿qué esperabas? Los ánimos no estaban para muchas alegrías después de lo sucedido en Madrid tres días antes pero logramos recomponernos y ofrecer un concierto digno y reivindicativo, donde demostramos que al final se puede hacer justicia.