17 de diciembre de 2004. III Festival de cuentos de Rivas Vaciamadrid
Es curioso como, a pesar de ponernos sólo de acuerdo en la marca de cerveza favorita (y no siempre), nos llevemos tan bien Los Pandilleros.
Esto viene a cuento de la actuación del día 17. El que esto escribe (batería) disfrutó plenamente de la actuación y salió muy contento del sonido y de las interpretaciones y, sin embargo, al preguntar al resto de compañeros las respuestas fueron variopintas llegando del "sí, ha estado muy bien" al "desastroso, no sé dónde vamos a llegar". Si estuviste allí deja tu propia opinión en los comentarios del final de la nota y así tendremos una idea más global aunque supongo que será favorable porque al público le gustó mucho. Y eso que no abundaba. No sé si achacarlo a la falta de difusión, al poco poder de convocatoria que tienen los actos en este municipio o algún otro tipo de causa que se escapa a mi conocimiento. Por allí se acercaron los componentes de la Asociación Cultural Jacaranda, co-organizadora del evento, algunos amigos y otros despistados que pasaban por allí, se quedaron y gozaron de lo lindo con el espectáculo.
Nuestros más y nuestros menos tuvimos hasta conseguir un sonido bonito tanto dentro como fuera del escenario. El pianista, dejando en la cama a los cuarenta grados de fiebre que le habían acompañado durante los últimos días, llegó a la prueba con el tiempo justo pero se defendió como un jabato con su enfermedad para ofrecer todo de sí mismo con las teclas. Y es que, por si no tuviera poco con sus virus y las inyecciones, al pobre le encargamos buscar por todo el barrio de las Delicias MiniDisc vírgenes para grabar el concierto porque en Rivas no parecen conocer este formato. Tampoco muy popular en la capital del reino porque los vendedores especializados le vendieron CDs pequeños plenamente convencidos de que eso eran MiniDisc. Aún así, gracias a la colaboración de última hora del técnico pudimos conseguir un soporte para grabar la actuación. De este modo podremos escuchar en casa lo que hicimos sobre el escenario y crearnos una opinión más objetiva de lo que sucedió ahí arriba.
Contamos un par de cuentos muy bellos aunque con cierto toque dramático por eso había que rematar la sesión con nuestro clásico Stizzy que, como de costumbre, despertó las sonrisas de los asistentes. Especialmente despiertos desde que Ray Guadalupe disparó los seis tiros de su cargador contra la puta que había matado al loro...
Los bares nos esperaban por eso, al finalizar, marchamos a remojar el éxito porque, al fin y al cabo, un éxito es que el público, destinatario de nuestras historias y canciones, goce con ellas.
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